Parece ser que de la noche a la mañana han descubierto que tenemos dos identidades. A una la llaman identidad analógica y a la otra la identidad digital. Aunque Unamuno decía que uno no es lo que dice que es, ni lo que los demás dicen que es, sino lo que desea ser.
Parece ser que la identidad digital es la corriente de información que circula sobre cada uno de nosotros en internet. Esa que has puesto tú cuando escribiste en tu blog que estabas casada y tenías 3 hijos, o tú, que dijiste que todos los domingos te ibas al monte a por setas. Y luego está la que de un modo u otro va apareciendo, la que suben tus amigos o por el simple hecho de estar en una lista de lo que sea, va la Administración y lo sube a la red. Algo tendrá que ver todo ello en la famosa Ley de Protección de Datos.
Bueno, el tema es complejo, porque quién te dice que cuando te vas a presentar a una entrevista que no están ya buscando tu vida y milagros en la red para ver si eres el candidato idóneo. También podrías crearte una identidad falsa, y de eso sí que hay muchos, en los chats resulta que todo el mundo es rubio y de ojos azules, y digo yo, ¿esto es España o Finlandia? ¿De dónde sale tanto rubio?
Resumiendo, si te importa el qué dirán, ándate con ojo cuando navegues en la red, porque todo queda, a menos que te busques un buen abogado, esos datos permanecerán ahí incluso cuando ya no estés. Da miedo pensar en todos los blogs sin dueños flotando en el espacio virtual como Laika en su cápsula.
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